
La manzana y la naranja -en zumo, macedonias, batidos, etc.- hacen un buen tándem. La razón: la vitamina C de los cítricos multiplica por 5 la capacidad de absorción de unos compuestos, las catequinas, presentes en la manzana. Según una investigación, este compuesto reduce el colesterol malo y activa la circulación sanguínea.